Aire limpio y saludable en trabajos y escuelas.

“El primer canon de la enfermería: mantener el aire que se respira tan puro como el aire exterior, sin enfriarlo”, escribió Florence Nightingale. La impulsora de la enfermería profesional ya sugería la ventilación en el tratamiento de los pacientes con tuberculosis en Inglaterra en 1859. Con la emergencia de la pandemia, la buena calidad del aire que se respira en las oficinas, las industrias, las escuelas, los hospitales, los comercios y los supermercados, entre otros espacios cerrados y concurridos, se ha vuelto una cuestión preocupante de salud pública: será el tema principal de una conferencia mundial que comienza mañana en Finlandia.

El coronavirus -que se describió por primera vez en enero de 2020- se transmite por el aire a corta y larga distancia, y puede quedar suspendido por algunas horas. También ahora hay investigadores científicos que advierten que el virus de la viruela del mono -que ya afectó a más de 1.200 personas en 29 países desde mayo pasado- puede contagiarse a través de aerosoles en el aire, aunque no sería la vía principal. Nunca hubo un brote similar en la historia de esa viruela antes en países no endémicos.

Hay pruebas sólidas además que demuestran que el virus del sarampión, el de la gripe, el virus sincicial respiratorio -que causa la bronquiolitis en los niños-, el rinovirus humano, el adenovirus, los enterovirus, y los parientes del coronavirus como el que produjo la actual pandemia, como el SARS-CoV-1 y el MERS-CoV, también se propagan por transmisión aérea.

«La calidad del aire interior es tierra de nadie en cuanto a regulación”, señaló una de las más reconocidas especialistas en el tema, la física Lidia Morawska, “Muchos países tienen parámetros de calidad del aire exterior. Pero no cuentan con estándares para la calidad del aire interior. La calidad del aire interior es tierra de nadie en cuanto a regulación”. Lidia Morawska es investigadora de la Universidad de Tecnología de Queensland en Australia y de la Universidad de Surrey en el Reino Unido,  lideró al grupo de investigadores que llevaron a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconociera a mitad de 2020 que el coronavirus también se propagaba por el aire.

El COVID-19 puso el dedo en la llaga. Hay centenares de publicaciones científicas sobre la calidad de aire y desarrollos con diferentes tecnologías para medir la calidad del aire o para mantener libre de patógenos. Pero aún está pendiente la puesta en marcha de semejante cambio en los edificios en el mundo. “La ventilación es una estrategia clave recomendada para reducir la propagación del COVID-19 en los entornos escolares”, escribió en Twitter el doctor Eric Topol, fundador y director del Instituto de Ciencia Translacional Scripps en La Jolla, California, Estados Unidos-. “Entonces, ¿por qué no lo estamos haciendo en todas partes?”.

Días atrás, también investigadores de los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) publicaron un artículo en la revista JAMA de la Asociación Médica de los Estados Unidos, en el que hacen una reflexión sobre la importancia de tomar medidas que permitan contar con ambientes interiores saludables.

Los investigadores de los CDC destacaron un estudio que incluyó 169 escuelas primarias de Georgia. La incidencia del COVID-19 fue un 39% menor en 87 escuelas que mejoraron la ventilación en comparación con 37 escuelas que no lo hicieron (un 35% menor en 39 escuelas que mejoraron la ventilación sólo mediante dispersión y un 48% menos en 31 escuelas que mejoraron la ventilación mediante la dispersión combinada con la filtración.

Se sabe que las posibilidades de contagio aumentan cuanto más tiempo permanezca una persona no infectada en un espacio cerrado con una persona infectada, que puede ser asintomática. La persona puede inhalar las partículas respiratorias con el coronavirus que permanecen suspendidas en el aire durante períodos más largos (incluso aunque la persona infectada ya no esté presente) y a través de distancias más largas (mayores que unos pocos metros), según detallaron los científicos de los CDC, Deborah Dowell, William Lindsley, y John Brooks.

En Iberoamérica, hay diferentes iniciativas. Se organizó la plataforma Aireamos.org, que impulsan científicos, ingenieros, y activistas. Allí comparten herramientas para minimizar la exposición de contagio del coronavirus por aerosoles y reclaman por cambios en la regulación para crear ambientes interiores saludables. En Australia y Nueva Zelanda, las autoridades sanitarias han emitido pautas más específicas este año para el manejo de la ventilación del aire.

La Argentina fue el primer país en América Latina que armó una campaña pública para concientizar sobre la importancia del monitoreo del dióxido de carbono en los espacios cerrados y la ventilación. Se llama Ventilar y está aún disponible en la web del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Desde la Universidad Nacional de Hurlingham, se organizó la producción de monitores y se transfirió el conocimiento a otras universidades públicas.

Desde la provincia de Neuquén, la Red de Abordaje Comunitario del COVID-19, una organización que puso en marcha mediciones de dióxido de carbono en diferentes espacios cerrados con monitores donados en las cinco ciudades más importantes. Tuvieron en cuenta las recomendaciones de la campaña Ventilar y de expertos de la Universidad de Harvard. “Sería importante contar con normas de calidad del aire interior en todo el país”, opinó el médico Martín Sapag, que forma parte de la organización.

Según los investigadores de los CDC, los métodos para reducir la concentración de partículas de patógenos en el aire incluyen la ventilación, la filtración y la desinfección. “Queda mucho por aprender sobre los beneficios de intervenciones y combinaciones específicas en diferentes circunstancias. Sin embargo, los estudios de observación y los modelos sugieren una eficacia sustancial de estas estrategias utilizadas solas, combinadas y con otros enfoques”, afirmaron Dowell, Lindsley, y Brooks en JAMA.

Un informe publicado en el Morbidity and Mortality Weekly Report destacó la heterogeneidad e inequidad en escuelas de Estados Unidos. En este informe, basado en una muestra representativa a nivel nacional de 420 centros escolares en 2022, las intervenciones de bajo costo (abrir las ventanas y las puertas) se utilizaron ampliamente, pero las estrategias de mayor costo e intensidad de recursos, como la mejora de los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado, se utilizaron con mucha menos frecuencia.

El uso de filtros de aire con un valor mínimo de eficiencia más alto en los sistemas de climatización puede filtrar más eficazmente las partículas respiratorias del aire recirculado. Los purificadores de aire HEPA portátiles y disponibles en el mercado pueden hacer lo mismo en una sola habitación sin modificar el sistema de tratamiento de aire existente en el edificio. “Esos dispositivos pueden ser especialmente útiles en zonas utilizadas por personas con mayor riesgo de tener o adquirir COVID-19″, mencionaron.

Los métodos de desinfección del aire, como la irradiación germicida ultravioleta, pueden ser opciones para los centros de atención hospitalaria y otros entornos (por ejemplo, las oficinas de las enfermeras de las escuelas, las áreas de descanso de los refugios para personas sin hogar) en los que es probable que haya personas con COVID-19 o en los que hay aglomeración de personas y se desconoce su estado de salud. Se han desarrollado tecnologías con luz ultravioleta para eliminar al coronavirus en los ambientes cerrados

“Lo más costoso son las grandes mejoras estructurales, como los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado nuevos o actualizados en los edificios públicos; sin embargo, estos cambios estructurales mejoran de forma más equitativa la calidad del aire interior para muchas personas simultáneamente y también pueden producir ahorro energético”, resaltaron.

Ref. Artículo : https://www.infobae.com/

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